El tiempo no me preguntó
si estaba lista para continuar.
Solo me siguió aventando tazas de café,
mañanas, juntas, hombres,
y a mi hijo.
si estaba lista para continuar.
Solo me siguió aventando tazas de café,
mañanas, juntas, hombres,
y a mi hijo.
Cada tanto
me avienta unas cervezas.
Llegan de tres en tres,
acompañadas de un alguien nuevo
(si tengo suerte,
un alguien nuevo pero repetido).
A veces avienta mis sábanas
y me deja rodar en ellas, libre.
A veces avienta las sábanas de otros
y ruedo en ellas también,
pero me hago preguntas serias
sobre mi vida.
El tiempo no me preguntó
(ni me pregunta).
Sigue aventando noches solitarias,
videojuegos,
libros que aún no tengo la cabeza para leer,
manos de otros que tocan mi espalda,
manos de otros que buscan mi cara,
amigas que lloran,
amigas que mandan podcasts,
comidas,
videos que debo editar,
e ideas.
Muchas ideas.
El tiempo no me preguntó,
ni me tuvo paciencia,
ni me dejó llorar tranquila.
Lo que va encontrando
me lo avienta.
Yo lo atrapo como puedo,
lo acomodo,
y lo llamo
mi vida.